Por la Dra. Julieta Alanís, Pediatra
En los últimos años, han circulado muchas dudas e incluso temores sobre las vacunas. Algunos padres se preguntan si realmente son necesarias o si podrían causar efectos negativos en sus hijos. Como pediatra, entiendo esa preocupación, pero también veo a diario cómo las vacunas salvan vidas y previenen enfermedades graves que antes eran comunes y devastadoras.
El miedo a lo desconocido
Es natural que los padres busquen proteger a sus hijos. Hoy, con tanta información circulando en redes sociales, es fácil confundirse. Sin embargo, gran parte de lo que se difunde sobre los supuestos riesgos de las vacunas no tiene base científica. Los estudios que demostraron su seguridad y eficacia son el resultado de décadas de investigación y seguimiento. Vacunar no es una moda médica, es uno de los mayores avances de la humanidad: gracias a las vacunas, enfermedades como la poliomielitis, el sarampión o la difteria —que hace no mucho causaban muertes o secuelas graves— ahora son raras o están controladas.
Desmontando los mitos más comunes

Uno de los mitos más difundidos es que las vacunas pueden causar autismo. Este rumor nació de un estudio fraudulento que fue retirado por la comunidad científica hace más de 20 años. Desde entonces, cientos de investigaciones serias han demostrado que no existe ninguna relación entre las vacunas y el autismo. Otro mito frecuente es pensar que “ya no se necesitan tantas vacunas porque las enfermedades casi no existen”. Precisamente esas enfermedades han disminuido gracias a las vacunas. Si dejamos de aplicarlas, volverán a aparecer, y lo hemos visto en distintos países donde la cobertura de vacunación bajó: los brotes regresan.
El valor de la protección colectiva Dra. Julieta Alanís
Vacunar no solo protege a cada niño, sino también a quienes lo rodean. Hay bebés que aún no pueden recibir ciertas vacunas, y personas mayores o con enfermedades que debilitan su sistema inmunológico. Cuando todos vacunamos, creamos una barrera colectiva que impide que los virus circulen y afecten a los más vulnerables. Es una forma de cuidado comunitario: al vacunar a nuestros hijos, también estamos protegiendo a otros.
Un acto de amor y responsabilidad
Vacunar no es solo una decisión médica, es un acto de amor. Significa confiar en la ciencia, en los avances que tantos médicos e investigadores han logrado para darnos una vida más segura. Cada vacuna aplicada es una promesa de salud, una forma de decirle al futuro: “te estoy cuidando desde hoy”. La información confiable, el acompañamiento médico y la comunicación abierta son las mejores herramientas para tomar decisiones conscientes. Si tienes dudas, pregunta. Pero no permitas que el miedo te impida proteger a quien más amas. Las vacunas no son el enemigo: son una de las mayores muestras de esperanza que la medicina ha dado a la humanidad.
